Entre cerros minados, un río tóxico, mucho polvo, tos y ardor en los ojos, los habitantes de Apaxco sobreviven en uno de los llamados infiernos ambientales del país, en espera de que alguna autoridad del Estado de México escuche sus peticiones: una reubicación y, sobre todo, una estricta regulación a las cementeras y demás plantas de la industria de la construcción.
Apaxco, Estado de México, 18 de abril (SinEmbargo).– Tosen mientras lo platican. Llenan sus manos de polvo mientras lo muestran. Habitantes de Apaxco, al norte del Estado de México, viven rodeados de espuma tóxica del río Salado y de la producción industrial de cementeras, marmoleras o pegazulejos que arribaron en los noventas y que los ha enfermado de los pulmones, la piel y los ojos, de acuerdo con los médicos que consultan.
Esta zona al sur del Valle del Mezquital, donde está la cementera Apasco, HOLCIM, Calidra, Vargas o Grupo Fortec, forma parte de uno de los denominados “infiernos ambientales” en el país, que ha requerido la intervención de la Secretaría de Medio Ambiente y de la Secretaría de Salud.
Algunos locatarios exigen una reubicación ya que sus casas están cuarteadas, sus gallinas o borregos murieron, su agua apartada en tambos se empolva, el ruido y las vibraciones les complican dormir o sus negocios de alimentos han quebrado. Otros, considerando que el sector industrial es el mayor generador de trabajo en el municipio, piden un registro de las empresas irregulares y una regulación estricta en los filtros y niveles máximos de emisión a la atmósfera.
Pero el Alcalde Jesús Gaspar Montiel –que en campaña prometió controlar a las empresas– no los ha escuchado y argumenta veda electoral para hablar al respecto. El Cabildo que representa a 32 mil habitantes tampoco consideró sus peticiones al aprobar sin participación ciudadana el Plan de Desarrollo Urbano (PDU) 2022-2024.
Este documento no limita el cambio de uso de suelo en la zona agrícola ni el cerro, deteriorado por la extracción de material de construcción. Esto pese a reconocer que “con el cambio de uso de suelo los terrenos agrícolas se han convertido en uso industrial” y admitir que no se cuenta con hospitales de especialidad para enfermedades respiratorias. Aunque propone la creación de una Área Natural Protegida en la Sierra de Tezontlalpan, que debe considerar la vocación de uso de suelo.
“El municipio de Apaxco –dice el PDU– ha tenido un constante crecimiento industrial, por lo que el uso de suelo y las modificaciones en el paisaje y calidad ambiental han sido un enfoque de algunas políticas de esta administración. En la región se explotan los bancos de materiales pétreos y esto deriva en que se impacten los predios dentro y fuera de las canteras, se ha perdido cubierta vegetal y algunas especies han sido desplazadas”.
“HAY MUCHA GENTE AQUÍ ENFERMA”
Federico Hernández, quien actualmente trabaja en una empresa de pegazulejos, recuerda muy bien que a inicios de los noventa en los terrenos baldíos y agrícolas comenzaron a asentarse las empresas de materiales de construcción.
“Me he dado cuenta que Fortec (pegazulejo) es la que está contaminando mucho en las noches. Yo sé que es una fuente de trabajo porque de ahí vivimos muchos, yo le trabajo a una empresa de pegazulejo, pero me gustaría que le dieran una recomendación, que pusieran sus filtros porque hay mucha gente aquí enferma”, aseveró sobre la hilera de compañías ubicadas a lo largo de la avenida Adolfo López Mateos, en Apaxco.
Ana vive en dicha avenida a lado de Grupo Fortec, fundada en 2002 en Apaxco. Con cubrebocas por su tos crónica, contó que su niña se enfermó de tos hace un mes. “El pediatra me decía que era por todo el polvo, todos los químicos. Casi todo el día está encerrada, no puede salir porque ya empieza con la tos”, dijo. A su vecina, la adulta mayor Gabriela Gómez, le afectó la vista. “El polvo es muy fuerte. No puedo andar afuera porque ya la vista me llora, me duelen los ojos. De repente también la garganta, pero más la vista”.
María de la Cruz confirmó que fue en los noventa cuando brotaron las empresas por un lado y, por el otro, las enfermedades. “Mi vivienda tiene como 30 años en la avenida Adolfo López Mateos. Ahí no había quebradoras, una sola, no se veía tanto el polvo. Hoy en día ya hay muchas quebradoras que tal vez algunas ni estén registradas. De seis, siete años para acá la contaminación ha sido mucho más fuerte”, comparó.
Dulce Cruz, que hace apenas nueve años no detectaba tanto la vibración y polvo de las empresas, ya debe ir cada ocho días al médico por infecciones en la garganta de ella o de sus hijas menores de edad.
“Mi doctor al que yo voy me comentó que ya no sabe qué medicamento darme y no ve mejoría, pero dice que es por lo mismo del químico que traen los materiales que hacen. Ya se me hizo crónico, todo el tiempo estoy tosiendo”, planteó la joven mujer.
La adulta mayor Matilde Cortés, preocupada por su salud y la de los menores de edad, propone mayores controles de emisión. “No estoy en contra de que saquen el medio de trabajo, mucha gente se está ayudando de ahí. Pero debe de haber una forma de que ya no nos hagan tanto polvo. En la noche no sé si abren filtros o qué cosa, haga de cuenta neblina; es un polvaderón. Los muebles, el piso, cobijas, las lava uno y cómo queda el agua, toda blanca, ¿ahora se imagina los pulmones?”.
Además de afectaciones al aparato respiratorio, la piel y los ojos, los animales como gallinas se han muerto –que atribuyen a la contaminación del agua– y Elizabeth Carbajal, que vive a lado de Cementos Vargas y materiales para construcción APSA, exige una reubicación y una indemnización por la quiebra de su restaurante.
“Mi negocio (de comida) está en quiebra por lo mismo que el polvo es mucho y estoy pidiendo una indemnización. Tratamos de adaptarnos a la zona, hasta dijimos emprendemos, hacemos negocio, nos agarramos de zona industrial. Qué pasa, nuestra zona industrial es un desastre”, afirmó.
SIN PARTICIPACIÓN CIUDADANA
El 27 de marzo el Cabildo de Apaxco, al norte del Estado de México, aprobó la actualización del Plan de Desarrollo Urbano 2022-2024 sin haber considerado la serie de peticiones de los habitantes entorno a un mayor control a las cementeras, marmoleras y demás industria de la construcción que incluso explota los cerros aledaños.
“No nos sentimos involucrados en el proceso para realizar una actualización al Plan de Desarrollo Urbano municipal puesto que jamás en la colonia hubo la difusión. Cuando pasó lo de las audiencias públicas la gente de la colonia no se enteró; es preocupante porque se están violando los derechos de participación democrática de toda la gente de Apaxco”, dijo Mayté Marlen Mendoza, abogada y vecina de la colonia El Mirador, localizada entre Apaxco y Tula, cerca de la cementera Apasco.
“Nos llega un impacto respecto a la explotación minera tanto de Calidra como de HOLCIM, Apasco y comuneros que explotan en el cerro para obtener piedra caliza. Es muchísimo el polvo que llega por el proceso del cemento, ya que a parte de la cementera de HOLCIM también nos llega la afectación de Cemex y Cementos Fortaleza (de Carlos Slim, en el vecino Atotonilco de Tula). También llega el impacto de la termoeléctrica y de la refinería (de Pemex)”, contextualizó.
Desde el Cerro de la Cruz, donde se aprecia por un lado el polvo de los pegazulejos y, por el otro, la contaminación atmosférica de Apasco y HOLCIM, el ejidatario Rogelio Navarro lamentó que no se convocó a una asamblea ejidal para poder discutir sobre los cambios de uso de suelo y evitar que en el suelo agrícola se expandan más plantas contaminantes.